Capital sin nombre

El Nacional 16 abril de 2014

“Capital sin nombre” se titula la exposición del cubano Jesús Hdez-Güero (Havana, 1983) en Oficina #1 del Centro de Arte Los Galpones. El artista recurre a varios recursos que simbolizan histórica y culturalmente el poder de dos naciones, Venezuela y Cuba, para desmontar las superestructuras que marcan el qué y el cómo de cada sociedad

 

GRISEL ARVELÁEZ
16 DE ABRIL 2014 – 02:30 AM

 

Jesús Hdez-Güero emplea un recurso que siempre es llamativo en el arte contemporáneo: modificar billetes para interrogar sus caracteres simbólicos. En su caso, se enfoca en billetes cubanos y venezolanos: los redimensiona situando “verdades” históricas, políticas y de la cultura de estos dos países en arenas movedizas. En la exposición Capital sin nombre, de Oficina#1, en el Centro de Arte Los Galpones, el artista establece un diálogo entre sus pasos por monumentos históricos, las reproducciones de estos en los billetes y los discursos de poder que ellos encierran. Ese “papel moneda” es simplemente eso: un papel que, posteriormente, pasa a simbolizar otras cosas. El artista les quita el sentido fiduciario: los recorta, los re-enmarca, los recontextualiza, de manera que cada billete toma nuevos sentidos. Este discurso plástico puede leerse como un desmontaje de los hechos históricos que hemos heredado en nuestra nación a través de la simbología de los billetes; es un desmontaje simbólico de esas superestructuras que marcan el qué y el cómo de una sociedad.

 

Por ejemplo en Calados capitales en lugares de paso /20 Bs. Serie #2el artista trabaja con el billete de 20 bolívares de la década del ochenta, aquel verde que en cuya derecha vemos retratado a José Antonio Páez y que, en la parte posterior, en su centro, está ubicada una representación del Campo de Carabobo, sitio donde se logró la independencia de Venezuela en 1821. Jesús Hernández Güero redimensiona en la sala de la galería este papel moneda: por un lado, vemos el antiguo billete de Bs. 20 como pieza de museo pero con el monumento recortado, en el otro, ese mismo billete (o con el mismo calado) in situ: en el Campo de Carabobo ‒o al menos es lo que sugiere‒. Esto permite varios recorridos mentales: viajamos por el tiempo, recorremos la historia, vemos rostros independentistas, recordamos reinterpretaciones de la historia por parte de los gobernadores nacionales. Entonces, surge una sensación agria, dura, que aun habiendo el orgullo sobre nuestra historia independentista, hay un pesimismo natural que obedece a lo que es hoy, en pleno 2014, la cotidianidad venezolana. Persiste la nostalgia porque deja entrever un pasado perdido, no sólo el del siglo XIX, sino también el de la Venezuela de la década del ochenta que económicamente estaba menos devaluada, en esa época en la cual circulaba ese billete de Bs. 20. Detrás hay un ser que desea ser “omnipresente”, que de hecho está en todos lados, pero que no posee ese carácter de deidad que tanto anhela: el poder gubernamental. Entonces, al ver ciertas obras de Capital sin nombre surgen preguntas sobre nuestra Venezuela contemporánea, ¿qué existe de la Venezuela heroica, decimonónica, hoy?  Y además se contraponen dos conceptos, el de independencia y el de censura, así pues otra pregunta se deja colar: ¿cuál historia es recordada y contada? Dinero devaluado en países devaluados, censurados y con la independencia en veremos: Cuba y  Venezuela. Incluso el escenario urbanístico unido al monumento patrio –que aunque no se dejan ver demasiado‒ se devela devaluado.

 

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