ENSAYO DE DOMINIO (E)
ARMANDO ROSALES
29 jun - 27 jul 2014Doble negativa
“ Ítaca te ha dado el hermoso viaje "
Constantin Cavafis
Quien ve la obra de Armando Rosales por primera vez puede ser fácilmente persuadido por cierta coherencia dentro de su cuerpo de trabajo que apunta a una relación particular con el método científico, la curiosidad de la ingeniería y la universalidad del empirismo. Su obra es frecuentemente acentuada por procesos electro-mecánicos, demostraciones de esfuerzo y un cuidadoso sistema de nomenclatura que señala proposiciones lógicas (aunque no necesariamente obvias) de la fisicalidad que la acompaña. La inmediatez de dicha primera impresión suele ser confrontada por una insistencia rítmica en un lenguaje sonoro cuyos principales componentes son, nuevamente, sistemas (temporales, compositivos, materiales) que trabajan en función de una estética particular.
Todo esto se hace aún más evidente cuando consideramos a Rosales dentro de su contexto en la producción venezolana. Específicamente en su lugar en el circuito marabino. Es posible, entonces, crear paralelos formales, temáticos y metodológicos con sus contemporáneos regionales, y entender el interés de un contingente de ellos (Rosales incluido) en generar nuevos espacios de difusión.
Esta primera impresión sin embargo, fuerte como es, se enfrenta inmediatamente a la duda en cualquier intento de diálogo con el artista; y es que si bien Rosales se propone públicamente como un defensor absoluto de una lógica progresista, su vocación real es la de bardo (y tal vez más aun la de aedo).
Rosales es un cuentista que entiende su entorno como una continuidad de ficciones colectivas que requieren interpretación. Su lira, es la razón y su métrica (regular e iterativa) es la “ciencia pobre” que ha aprehendido en sus investigaciones visuales, y a través de una comprensión pedagógica del mundo que lo rodea. En este sentido, Ensayo de dominio (E) es una epopeya personal donde el propio Rosales es sujeto a una serie de obstáculos que requieren su participación como cuerpo físico capaz de movilizar potenciales, en su intento de reunión con un fantasma moderno (progreso).
Aceptado este paralelo, y entendiendo su lugar dentro de un contexto contemporáneo, nos toca entonces preguntar ¿Cuáles son los valores de esta canción épica? Y, ¿qué significa en la segunda década del siglo XXI, enfrentarse a un cíclope o escuchar las sirenas?
Si pensamos cada una de las proposiciones de Ensayo de dominio (E) como una canción, el objeto que resiste es casi inevitablemente una idea racional, y es, con frecuencia, presentado en forma de lenguaje a través de un sistema de títulos que nos sitúan en la escena del conflicto. Posicionados entonces en esta relación antagónica, Rosales, el que narra, nos hace actuar la “batalla” en un instante plástico cuyo tiempo es manifiesto en un diálogo de proposiciones formales.
El valor moral de esta colección épica sin embargo, no es la celebración de las virtudes del pensamiento moderno, pues con una frecuencia inesperada Rosales nos propone una desventaja (o imposible). La perseverancia, el aguante y la precisión se asoman como ideales, pero nunca de forma definitiva o con claros beneficios en la institución (o desmontaje) de una lógica dominante. La canción de Rosales no posee héroe o villano, tesoros o recompensas, lo que se canta aquí es el encuentro de fuerzas, intereses y posiciones. Y si esto no fuera en sí mismo una proposición suficientemente ambigua, los motivos de la empresa no son nobles de forma tradicional, esta epopeya entiende, como Cavafis, al viaje como excusa: desplazando el hogar y la pasión a cada uno de sus relatos.
La historia de los mitos nos ha enseñado que la suficiente repetición a través de pequeñas variaciones de cualquier fábula es capaz de modificar el comportamiento de públicos de otra forma anclados en un sistema de valores modernos, y que toda fe es en gran parte resultado de una movilización colectiva de una idea al territorio de lo aceptado. En Ensayo de dominio (E) Rosales nos propone exactamente este proceso de naturalización en lo que puede ser entendido como una gran ópera en proceso, perpetuamente incompleta y regularmente inaugurada, cuyo número de actos tiende al infinito. Una acumulación de pequeños relatos cuya interpretación nos sugiere que todas las voces sean cantadas por el escucha y donde la única moraleja es la continuidad de un estado de crisis.
Julián Higuerey Nuñez