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Desprendiéndose de los rigores convencionales de la exposición en medios mixtos, DESCONFIA presenta el trabajo de más de 20 artistas emergentes unidos bajo una premisa, libertad total: temática, de enfoques, de plataformas. Una exposición en la cual se fusionan no sólo las técnicas y contenidos de las obras expuestas, sino los caminos recorridos por cada uno de los realizadores hasta llegar aquí, a la instalación única que conforma el conjunto de todas las piezas unidas bajo el techo de zinc de Oficina #1, al empalme donde no dejan de crearse tantos nuevos significados como ojos se posan en él.

Dicho en una frase, esta es una exposición con una temática apropiada para el debate: Obras que nos enfrentan a la muerte de las estéticas, como en el caso de las apropiaciones de ranchos de Luis Salazar y su forma de aproximarse al mundo contemporáneo devastado por logotipos, o trabajos de plástica trágica, como los de Ángel González, fruto del más sólido terror y donde sólo la muerte, el incesto y el abandono criminal sirven de escape para el triste destino de una población-margen; por sólo colocar dos ejemplos.

Pero el debate de DESCONFÍA no se limita al ámbito del terror como forma de llegar a lo Sublime. Artistas como Fed Ovalles Ar. y Susej Verde recuerdan que éste también se encuentra en las infinitas permutaciones que ofrece la ciudad en sus iconografías, texturas y señaléticas regurgitadas entre sí. HASE y PIAN, con sus trabajos de aerosol y madera, ofrecen una visión de la calle como causa primaria para la inspiración estética; de la misma manera que Luis Romero recuerda a través de su mural Vanitas, que la violencia de repetidas cabezas sin cerebro no es sólo propia de nuestra urbe moderna: el grabado original data de hace seis siglos.

Pareciera que sólo resta el campo de la memoria cálida como refugio para lo frágil, como escape para las urbes antropófagas donde vivimos; es así que artistas como Suwon Lee con sus instalaciones de luces o Muu Blanco con su Héctor Lavoe hecho cintas y memoria y volumen e ingravidez, traten de devolvernos a la intimidad de cualquiera que sean nuestros recuerdos, evoluciones íntimas paralelas a las ciudades que nos crean pero al mismo tiempo nos circunscriben. Sandro Pequeño niega el refugio o la calma y, a través de su instalación sonora, concede el recuerdo pero sólo como cortina contra la paranoia que acecha en el ruido perenne. A su vez, Beto Gutiérrez reta a quitarse los tapujos morales y retratar al otro urbano desde una óptica íntima, Raymond Chaves invita a documentar la cotidianidad sin caer en colorismos y Macjob Paravabis recuerda que la envidia, el odio y la cólera también forman parte del acervo colectivo y en su obra La Comunidad se limita a demostrar, una vez más, como pueden estar disfrazados bajo las apariencias más engañosas.

Por último, Iván Candeo y Enrique Moreno realizan instalaciones que reinterpretan el espacio físico de la galería como análoga a la ciudad: por un lado, la creación de algo único a partir de un acto común y olvidado como puede ser el mascar chimó [forma primigenia de pintura popular], y por el otro, la lenta destrucción de lo diario sin mediación con quienes lo habitan o utilizan. A ellos se les unen Jaime Gili con su serie de afiches cinéticos y Otto Lauterbach con su reconfiguración de materiales vía diseño industrial, parte del proyecto DAR [diseño – arte - reciclaje].

Descomposición. Terror. Memoria. Hipérbole. [La] Lucha. Reflejo. Belleza Excesiva vs Decadencia Devastadora. Creación. Censura. Escape. Individuos. Colectivos. Urbe. Alternativas. Una respuesta para cada búsqueda. Un solo trabajo bajo el techo de zinc de Oficina #1.

Junior Ruiz