Éste Parque del Este

Hubo una época en que Caracas era una esperanza. Se hablaba de ella como un enclave de modernidad y de progreso en América Latina, como un valle en el que estallaban las mejores posibilidades. Eso ocurría a mediados del siglo XX, cuando la capital de Venezuela era el campo de juego de arquitectos extraordinarios y el petróleo servía para construir la Ciudad Universitaria o el hotel Humboldt.
Y también para convertir una hacienda en un parque urbano, un espacio donde se asilvestraba la urbe y se domesticaba la naturaleza, un lugar pensado para demostrar que era posible reconciliar a la ciudad con el bosque y que todos podíamos vivir, como un milagro entre los edificios, esa feliz negociación.
Suena como una utopía, pero una utopía deja de serlo cuando se vuelve real, y el Parque del Este es real, está ahí. Fue el producto del sueño de un arquitecto brasilero que nació hace cien años y que se llamaba Roberto Burle-Marx, una suerte de sabio renacentista que hizo en vida muchas cosas maravillosas, pero que nos dejó a los caraqueños lo que tal vez es lo más maravilloso de todo lo que hizo.
Todo proyecto cambia desde sus primeros bocetos hasta que se corta la cinta inaugural, y eso le pasó a nuestro parque, pero le sigue ocurriendo, no siempre con buenos resultados. Hemos llamado a esta exposición Este Parque del Este para proponer un testimonio plástico de lo que tenemos hoy, pero también para pensar sobre lo que podríamos tener. Es un homenaje a la gente que construyó el parque y a quienes le dan vida, y al mismo tiempo, un estímulo para que sus actuales usuarios recuperemos el impulso que proyectó ese sueño desde el genio de Burle-Marx hasta la verde sombra del Ávila.

Rafael Osio Cabrices