Entreacto
María Teresa González
3 de mayo - 7 de junioEn Entreacto, María Teresa González nos ha dispuesto un programa de apariciones que involucra cuatro videos junto a una pauta para la emisión de los sonidos, que en estricta función organizadora de tipo musical, guía la experiencia en sala. Creo conveniente llamarlo programa de apariciones porque los videos, la música y los sonidos empleados, instan al espectador a que ponga en juego su sensibilidad para articular, construir, crear y re-crear sobre diversas situaciones que van apareciendo sucesivamente; estableciendo con ello un espacio de interacción trazado más por perennes cruces que por simbolizaciones estáticas. Esto reclama al que participa en la sala una condición intermedial receptora de los estímulos para los sentidos. María Teresa convoca en esta muestra a las luces, las reverberaciones y las proyecciones en la pared para plasmar mediante el ciclo y su función ritual expiatoria de la muerte y la pérdida, sonidos e imágenes cuidadas delicadamente, que albergan el drama de la humanidad en los linderos de su fragilidad.
Las contradicciones que se suscitan con la irrupción de una pérdida irreversible, el desarraigo y la muerte empuja al viviente a confrontar la abrasiva presencia de la naturaleza, que hace vulnerable tanto a la materia como el espíritu, desgarrándolos de una condición originaria, que los obliga a afrontar las corrientes de la indeterminación. En el video Status limbo, una impresora con su función mecánica dispone su esfuerzo reincidente al mar; documentos sin finalidad ni destino. Con ello la condición original que albergaba la materia en un conjunto se quiebra en un irreversible deshoje periódico que deviene en estela, rastro perecedero del origen.
De forma similar en Fiesta. Rituales de las generaciones perdidas, aprovechando el atardecer, que es agonía de la luz o como lo define Gadamer “la crisis del cielo”, se suscitan eventos recurrentes de desaparición. La desaparición, que representa la fragilidad material, se plasma con una correspondiente consecuencia sonora a través del estallido. Esta situación interpone lo lúdico que se nutre de la atmósfera ferial de una marcha festiva con el ciclo propio de la pérdida. Entran en juego (y cabe para la definición que esgrime el ya mencionado Gadamer) no solo dos temporalidades sonoras (marcha-estallido) sino también la experiencia lúdica y entretenida con la pérdida irreversible.
En Jardín de rosas (del latín Rosarium), la acumulación cíclica con carácter ritual representa a vidas desaparecidas. La cuenta que es escala para el tiempo, de la misma forma que lo es la vida para cada ser, se hace volumen incuestionable e inocultable, visible políticamente. Acá el rosario se convierte en garantía material y tangible para disipar los embates del olvido y por ende, resguardo cíclico ante el dolor del duelo.
Aunque la íntima relación del humano con la muerte y la desaparición también está estrechamente ligada a la animación como procedimiento de restitución de vitalidad, en Canción de cuna para pueblos que duermen los peces sin vida adquieren movimiento, describiendo un círculo o ciclo que se establece también en la sombra y silueta. Es común el uso del móvil como arrullo visual para los recién nacidos en su corral y en este caso se acompaña de un arrullo sonoro sin texto, que con un pausado pero periódico ritmo es herramienta recurrente de la madre para apaciguar el llanto.
El programa de apariciones que propone María Teresa aborda la relación del sonido con la imagen y sus posibles encuentros y desencuentros. Esto hace que suscriba las problemáticas que nos plantea la exposición. Y es que al sonido tener una intermitencia en sus emisiones, lo desarraiga de sus imágenes originarias convirtiéndolo en presencia nómada que habita las otras imágenes y la totalidad de la sala.
María Teresa a su vez intercala una melodía hecha con un glockenspiel, que invita a la pausa y el sosiego y le recuerda al espectador su participación en una sucesión de eventos y actos, mediado en imágenes, sonidos, luces y sombras, que revelan las fases de un proceso crítico donde el ser viviente ratifica su condición, restituyéndose de las conmociones que lo abordan y asumiendo los vacíos no como ausencias desoladoras sino como espacios potenciales de creación, vacíos para la lucidez que es muestra de la sabiduría, virtud esencial del humano.
Rodrigo Figueroa
María Teresa González (Caracas, 1972) tiene un Master en Fine Arts del Chelsea College of Arts and Design (Londres), es diseñadora gráfica del Instituto de Diseño de Caracas y ha realizado estudios de pintura e historia del arte en Salzburgo y Nueva York, respectivamente. Entre sus muestras individuales se cuentan “En ningún lugar”, Oficina #1 (2013); “Sótanos”, Galería Vicente de Paúl, Madrid, España (2006 ); “Raíces”, Galería Paloma Pinto, Santiago de Compostela, España (2005); “Adiós color”, Centro Expositivo Yataki, Madrid, España (2005); “Red laughter”, Galerie Im Alcatraz, Hallein, Austria (2004).